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jueves, 29 de agosto de 2013

EN EL POLO NORTE.

Muchas especies distintas van (como las golondrinas de mar) a poner sus huevos y criar a sus pequeños en las regiones nórdicas, donde los días son largos, los peces y las semillas abundan, los enemigos escasean y hay mucho lugar libre.
Los nidos más confortables son los de los eideros. Se encuentran en medio de campos de témpanos flotantes, sobre una roca a flor de agua, barriga por ráfagas glaciares que dejarían helado a cualquier otro animal, y le impediría mantenerse en pie.
Todo lo que necesita el eidero para instalarse en semejante lugar, es sólo una ligera depresión al abrigo del viento y expuesta a los rayos del sol. El plumón que se arranca de su pecho cubre el nido. Lleno de burbujas de aire, pues está hueco y vaporoso, este plumón deja pasar la luz solar pero retiene su calor debido al vacío que proporcionan las bolsas de aire. Los pichoncitos anidados en ese lugar no dudan, sin embargo, en abandonar ese lugar.

Los eideros son las únicas aves que cultivan plantas. Abonan un círculo alrededor de la depresión que han elegido por domicilio, y algunos años más tarde un denso anillo de hierba crece y el círculo va agrandándose. Los eideros vuelven todos los años al mismo nido que se convierte así en una especie de propiedad familiar, construídos los unos cerca de los otros en medio de las rocas y conservados en buen estado durante varias generaciones.
             

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