Muchas especies distintas van (como las golondrinas de
mar) a poner sus huevos y criar a sus pequeños en las regiones nórdicas, donde
los días son largos, los peces y las semillas abundan, los enemigos escasean y
hay mucho lugar libre.
Los nidos más confortables son los de los eideros. Se
encuentran en medio de campos de témpanos flotantes, sobre una roca a flor de
agua, barriga por ráfagas glaciares que dejarían helado a cualquier otro
animal, y le impediría mantenerse en pie.
Todo lo que necesita el eidero para instalarse en
semejante lugar, es sólo una ligera depresión al abrigo del viento y expuesta a
los rayos del sol. El plumón que se arranca de su pecho cubre el nido. Lleno de
burbujas de aire, pues está hueco y vaporoso, este plumón deja pasar la luz
solar pero retiene su calor debido al vacío que proporcionan las bolsas de
aire. Los pichoncitos anidados en ese lugar no dudan, sin embargo, en abandonar
ese lugar.
Los eideros son las únicas aves que cultivan plantas.
Abonan un círculo alrededor de la depresión que han elegido por domicilio, y
algunos años más tarde un denso anillo de hierba crece y el círculo va
agrandándose. Los eideros vuelven todos los años al mismo nido que se convierte
así en una especie de propiedad familiar, construídos los unos cerca de los
otros en medio de las rocas y conservados en buen estado durante varias
generaciones.
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